Pelé: Especial

"A veces siento que el fútbol fue inventado para ese jugador mágico"

Bobby Charlton  · Mediocampista Legendario y Campeón del Mundo con Inglaterra en 1966  

El Fuego Sagrado de América

Desde que el Fútbol se inventó hay quienes tratan de convencernos de que es sólo un deporte, como todos los demás. 

Como pasatiempo y deporte, el balón fue llegando a los puertos de América del Sur desde la segunda mitad del Siglo XIX y nuestra cultura cósmica, caótica y multiracial comenzó a inventar otra alquimia... desconocida... caños, regates, paredes, ilusiones de un mejor destino, rabonas, sombreritos, bicicletas, taquitos, chalacas-chilenas o Cielo. 

Todo eso y más. Se inventó todo acá. Y aún así tratan de convencernos. Que no. Que el fútbol no es asunto de Vida o arte. 

Que ya no, insisten. Que el fútbol moderno —del que presume Europa desde hace 90 años, cuando Uruguay les ganó la primera Copa del Mundo— no es para expresar ni crear ni sentir, libremente. Sino para repetir un flujo mecánico.  El fútbol de verdad, nos aseguran los eurocéntricos, no es el que explota y luego para en seco y luego camina y vuelve a explotar. Ni tampoco el que esconde y pisa y consiente. Pulmones, músculos y atletas.  Ese es el fútbol que tratan de vender. Correr sin parar. Correr sin parar. Correr sin parar. Un cuento oxidado. 

Y arengan VAR ante la picardía y la garra. Que lo de hoy es sacar ventaja con la chequera y las transferencias. Que el fútbol no es para jugarlo, si no es ante cámaras o en escritorios. Lo demás es potrero.

Porque en el fútbol moderno —que nos lo revenden cada temporada y desde hace un siglo— no hay victoria  posible para los bajitos (excepto Sívori, Garrincha o Maradona o Messi). Ni para los de una sola rodilla (excepto el Fenómeno).  Ni para los temperamentales (excepto Obdulio Varela, José Luis Chilavert,  Elías Figueroa, Arturo Vidal o Luis Suárez).  Ni para los que son más rápidos con la cabeza que con los pies (excepto Sócrates, Valderrama o James). Ni para los que definen de puntazo (excepto Romário). Ni para los revolucionarios o locos  (excepto Amadeo, Gatti, Bielsa, Higuita o Abreu). Y nunca, nunca, nunca... para los que se gozan la cancha, con el rival y la bola  (excepto si sos Teófilo o Zico, Etcheverry o  Aguinaga, Dinho o Román,  Juan Arango o Ney...). 

Que para a algunos el fútbol no es magia, es sólo negocio ordinario. Y que el Real Madrid. Y que el Barcelona. Y que La Premier. Y que Van Gaal. la presión alta. Y los automatismos de siempre.

Y que volvió la moda europea de los años 90... ¡La  reinvención del fútbol moderno!

Y parece que no recordáramos que el Real Madrid es el Real Madrid, y que ganó cinco Copas de Europa y se convirtió en el mejor club del Viejo Continente sobre los hombros y el genio de Alfredo Di Stéfano. Un porteño de Barracas que se formó técnica y tácticamente al lado del maestro Alfredo Pedernera en River Plate y en el Millonarios de los Andes. O que pensáramos que igual no le hubiera dado al FC Barcelona, tan sólo antier, no tener a Romario, Ronaldinho ni a Messi —para convertirse, por fin, en un peso pesado continental, un club de época y una marca global. O que a pesar de los billones

Y parece  que tampoco quisiéramos recordar que entre Argentina (6) y Brasil (5) suman más campeonatos del Mundo Sub-20 que las 8 naciones de la UEFA que también han sido campeonas (¡Juntas!). O que quisiéramos creer, en nuestro país de las maravillas del fútbol moderno, que fue Francia —y no Uruguay 68 años antes que Francia— la primera selección nacional de mayores que conquistó un campeonato del Mundo con un equipo multiracial. O que fue Alemania —y no Brasil— el primer Tricampeón del Mundo. Y Tetra. Y Penta. 

O que olvidáramos que el 23 de octubre de 1940 nació Pelé. 


Fútbol para todos los tiempos

"A veces siento que el fútbol fue inventado para ese jugador mágico" dijo de Pelé Bobby Charlton, uno de los protagonistas del único campeonato del Mundo que ganó el país que inventó el fútbol. Y sentimos lo mismo. 

Si ayer y hoy el fútbol se definiera por goles, estaría una foto de Pelé en primer plano, que casi perdió la cuenta y de todas las formas. Si el fútbol se definiera por títulos Mundiales, estaría la foto de Pelé arriba, que ha sido el que más ganó. Si el fútbol se definiera como juego colectivo, estaría la sinfonía contundente de Brasil del 70 también en el tope. Si el fútbol se definiera por la influencia individual,  de nuevo Pelé en la cima, con su revolución creativa, su competitividad feroz y su valentía —desde cualquier edad— en los momentos definitivos. 

El 4 de noviembre del 59,  con 19 recién cumplidos, se puso el buzo de arquero y se paró bajo los tres palos en el minuto 87 tras lesión de Lalá. Las sustituciones no eran permitidas. Definían ante Grêmio el pase a la final del Campeonato Brasilero. Santos estaba arriba 4-3 con hat-trick de Pelé incluido. Y Pelé no sólo atajó. Voló y salvó el pase a la final un par de veces.

"Pelé es el jugador más completo que he visto. Él tenía todo. Dos pies buenos. Magia en el aire. Rápido. Poderoso. Podía superar a los demás con habilidad. Podía superar a los demás corriendo. Sólo media 1.76 y aún así parecía un gigante en la cancha. Fue el más grande porque podía hacer lo que quisiera en una cancha de fútbol. Recuerdo a Saldanha, el técnico cuando un periodista brasilero le preguntó quién era el mejor arquero de su equipo.  Contestó: Pelé".  Es el testimonio de otro campeón de Inglaterra 66, Bobby Moore, el capitán, que enfrentó a Pelé en un duelo de la fase de grupos de México 70 inmortalizado en la foto de John Varley —el brillante reportero gráfico del Daily Mirror. 

"Pero es que no jugó en Europa, ni la Champions... y el fútbol de selecciones es el pasado", objetan unos pocos. Pero es que como Mazurkiewics, Spencer, Bilardo o  Éver Almeida o Bochini o Chilavert o Riquelme, Pelé  no necesito triunfar en Europa para doblegar al fútbol europeo, moderno y multimillonario. Como ellos, Pelé fue un vanguardista y un innovador donde más importa. En la cancha. Así alcanzó la cumbre planetaria de clubes. Un equipo de nombre Benfica y un futbolista genial de nombre Eusebio deslumbraban al Viejo Continente. Bicampeones de Europa, habían destronado al Pentacampéon, Real Madrid, y lo habían aplastado en una final continental 5-3. Y lo que fue invencible para Di Stéfano, Púskas y Gento, ya consagrados, fue conquistable para Gilmar, Coutinho, Pelé y su Santos —campeón de la Libertadores.  La Intercontinental de 1962 fue un concierto del Peixe. Pelé marcó doblete en la ida en el Maracanã (3-2) y cerró la épica con un hat-trick, de visitante, en el Estádio da Luz (2-5).  Pelé repitió Intercontinental en 1963 y contribuyó doblete en San Ciro ante otro poderosísimo campeón de Europa, el AC Milan.  "Llegué con la esperanza de parar a un gran hombre, pero me fui convencido de que habíamos sido deshechos por alguien que no había nacido en el mismo Planeta", había advertido a los Rossoneri Costa Pereira, el arquero del Benfica. Y seguimos convencidos de lo mismo.

Pelé nació en un planeta que se llama Brasil, en la galaxia infinita de América del Sur.  Un potrero del Universo —¿pre-moderno?, ¿postmoderno?... auténtico— en donde ganar lo es todo, pero también la lucha y el arte. En donde el fútbol no sólo se instruye, se entrena y se juega, sino que se sobrevive, se vive, se crea. En cada patada, en cada regate, en cada pelota... El fútbol de América del Sur no es subordinación a la disciplina, sino la disciplina de la insubordinación.

Si el camino envejecido y recurrente del fútbol europeo moderno es la mecanización y la repetición infinita de movimientos individuales y colectivos con el fin exclusivo del éxito; el camino del fútbol suramericano es la innovación, el corazón y el placer en la cancha. Con ambición, sin complejos, con optimismo. El futuro y la trascendencia de nuestro fútbol de todos los tiempos debe seguirse mirando en el sueño, la promesa, la lucha, el genio, la coronación y el reino de su majestad Pelé.


Textos y dirección creativa: JuanFe Rengifo
Diseño gráfico: SFC Media


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